domingo, octubre 30, 2005

ROBERTO ARLT O EL GRAN TITULADOR


Roberto Arlt (BB. AA. 1900 - 1942)

"Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras."
Del Prólogo de Los Lanzallamas (1931)

De los escritores argentinos que conozco, creo que Arlt es el mejor ejemplo del característico humor negro del sur. Ácido, cruel, corrosivo: Roberto Arlt no tecleaba con un tutú rosado y zapatillas sino con guantes de boxeo y una mandarria.

"Me atrae ardientemente la belleza. ¡Cuántas veces he deseado trabajar una novela, que como las de Flaubert, se compusiera de panorámicos lienzos…! Mas hoy, entre los ruidos de un edificio social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados."

Grande, el Roberto. Todo un hijo de puta. Un escritor formado en redacciones oscuras escribiendo notas policiales. En la "universidad de la vida", como dicen. Un excéntrico con el ceño fruncido, un ingenio despiadado, un gángster literato que ha cambiado la Tommygun por la Underwood; Arlt no andaba con lirismos. A todos los que buscan algo "refrescante" que leer les soltaría este toro salvaje que se alimenta de (pseudo)eruditos.

" El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un "cross" a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y que los eunucos bufen. "

Lo que más me llamó la atención cuando comencé a leerlo fue su poderosa facilidad para titular los relatos y nombrar a los personajes. Noche terrible y Una tarde de domingo, dos relatos cortos, fueron los primeros que leí. Y personajes como El Buscador de Oro, El Rufián Melancólico o El Astrólogo son incomparables. O la historia de la Rosa de Cobre, a la que encontré y perdí la misma tarde en Bogotá. Ni novelas, ni poemas, ni cartas, ni cuentos, ni posts: yo no quisiera escribir más que títulos así.

domingo, octubre 09, 2005

EN DEFENSA DEL PICAHIELO


Siula Grande
Cordillera Huayhuash,
Andes del Perú

Hace unos días vi la excelente película "Tocando la cima" ("Touching the void", 2003) que narra la historia real de dos alpinistas británicos quienes, mientras intentan abrir una nueva ruta de ascenso en los Andes peruanos, sufren un accidente que los lleva al límite del sufrimiento físico y mental y los coloca - en sentido literal y figurado - frente al vacío.

La historia es narrada por sus protagonistas, superponiendo las entrevistas individuales a la representación de los acontecimientos. Las imágenes son sorprendentes, y retratan con precisión el ambiente de las montañas de los Andes. Las imponentes montañas recortadas contra un cielo profundamente azul, las claras corrientes de agua helada, los repentinos cambios de clima, el silencio que arrulla o enloquece, la respiración jadeante, el aire tenue, la sensación de plenitud vital y la conciencia de estar bajo el acecho constante de la muerte; cualquiera que comparta la fútil pasión por las alturas se sentirá emocionado por tanta exactitud y saldrá enardecido y con ánimo para arremeter contra cualquier mole de piedra y hielo por gigantesca que sea, y mientras más gigantesca mejor. Al menos eso me pasó a mí, con la lamentable consecuencia de aumentar aún más el agobio de vivir entre la ola que ha caído y la ola que no cae, y sin ni siquiera un piolet a mano para blandirlo contra algunos cráneos vacíos que conozco y así desahogarme un poco y hacerle justicia a tan noble herramienta, tristemente famosa por habérsele dado el mismo uso pero en quien no lo merecía.

Dios mío, dame paciencia mientras llega el momento de regresar a la montaña. Pero que sea al menos paciencia de monje tibetano.

domingo, octubre 02, 2005

JACK KEROUAC O EL MODERNO ULISES

Jack Kerouac
(12.03.1922 - 21.10.1969)


Una Odisea norteamericana
Pienso que los libros - o mejor dicho, las obras - una vez creados tienen una vida propia, incontrolable, que está más allá de los dominios de la censura y los derechos de autor. Para mí, el único derecho que tiene un autor es el de ser admirado y recibir agradecimiento, como puede hacer un hijo con sus padres pero no más, porque también como un hijo la obra irá creando su propio mito.

Un buen ejemplo de esto es la historia de "En el Camino", de Jack Kerouac. Novela autobiográfica, es a la vez la mitología beatnik y objeto de otra tejida alrededor de sí misma. Los norteamericanos forman una nación fértil para los profetas y los movimientos religiosos, y la beat generation está henchida de religiosidad. Una religiosidad terrible, demoníaca, rimbaudiana; a sus personajes los consume un fuego sagrado. Entregados a todo tipo de excesos (químicos, sexuales, geográficos) en su contradictoria búsqueda de la pureza, estos jóvenes blancos de la costa este van creando con sus vidas una nueva Odisea que Kerouac - haciendo a la vez de Ulises y de Homero - eternizó en un peculiar manuscrito. Este pergamino de papel barato, cinta adhesiva y mecanografía tiene también su propia y curiosa historia.

Cuaderno de viajes y exploración interior, catálogo de excesos y ejercicio de santidad, visceral y contemplativo a un tiempo; en él cualquier pueblo del Midwest se convierte en una nueva Babilonia o una nueva Jerusalén. "Anyone can make Paris holy, but I can make Topeka holy" declaró Kerouac. Con esta combinación de deseo de exploración, placer carnal y sentimiento sacro, no es raro que muchos lleguemos a este libro en plena adolescencia.

De cómo encontré el camino
La manera en que algunas cosas aparecen en la vida me hace dudar de la existencia del azar. Algo que no es nuevo: Freud, los primeros surrealistas o Albert Einstein ya la han refutado y no pienso intentar hacerlo ahora con mis torpes argumentos. Pero la forma en que "Heart of Darkness", "Casablanca", "La Noche Boca Arriba" y "El Extranjero" - por no hablar de personas o lugares - han ido cayendo en mis manos continúa dándome mucho en qué pensar.
En este caso, llegué a "On the Road" a través de un artículo de opinión en un diario regional de Barquisimeto. La prensa regional en Venezuela es infinitamente mediocre (la nacional también, pero ese es otro problema, que sospecho tampoco es sólo venezolano), por lo que casi nunca la leo. Esperando a mi madre para salir de casa, de pie y con impaciencia comencé a ojear el periódico que estaba doblado sobre uno de los muebles junto a la puerta. Estaba abierto en la página de las columnas de opinión, y el primer artículo que leí hablaba de cómo el columnista, ante la crisis existencial de su hijo púber, le regaló orgulloso un ejemplar que él mismo había leído "cuando tenía tu edad". Me sorprendió la inteligencia de este caballero, quien parecía agitar el ansia exploratoria de su hijo en vez de contenerla, sabiendo que al fin y al cabo lanzarse a la aventura es tan inevitable como necesario. Anoté mentalmente el título del libro, y como suele sucederme olvidé completamente el nombre del articulista, como para demostrar una vez más que el medio no es nada, lo que importa es el mensaje. De todas maneras le estoy anónimamente agradecido.

El libro lo leí a mi vez y luego lo regalé. Sé que no cayó en tierra estéril, y que para otros fue también inspiración. Desconozco el paradero de aquel ejemplar que fue mío y que lleva mi nombre autógrafo en una de las primeras hojas. Pero sonrío satisfecho: "On The Road" continúa en el camino.

Rolling stone, rolling paper
Las anécdotas sobre la generación beat y sus integrantes las hay bastantes y bien documentadas. Muchas de ellas son la base de esta novela, cuyo proceso de escritura es a su vez una curiosa historia. La leyenda afirma que Kerouac la escribió de un tirón sobre un inmenso rollo de papel, en una explosión creativa que duró tres semanas e interrumpida únicamente para tomar café irlandés con benzedrina de cuando en cuando. Sobre esto último los especialistas están de acuerdo en que no es completamente cierto (el coctel no era siempre el mismo, argumentan.) Sin embargo el manuscrito en efecto forma un rollo inmenso, que recientemente ha sido colocado en exhibición en la biblioteca de una universidad norteamericana.

Y un dato que sé le interesará a algunos amigos aficionados a los manuscritos raros: el rollo se conserva íntegro, excepto la parte final, que fue destrozada a mordiscos por un perro.

¿Estás riendo, Eduardo Machado?